27 abril 2014

Volcán Arenal.


La misma noche de nuestra llegada a La Fortuna, siguiendo los consejos de unos lugareños, nos acercamos hasta un pequeño alto no muy lejano al pueblo desde donde nos aseguran que hay unas excelentes vistas al volcán.
La carretera es estrecha, llena de baches y no tiene iluminación por lo que no nos resulta nada fácil dar con el sitio exacto que nos habían indicado.
Pero de pronto y como si de una revelación se tratara, supimos que habíamos llegado. De súbito, ante nuestros ojos, la cima de una montaña se iluminó de un rojo intenso para dar paso inmediatamente a una lengua de fuego que se deslizaba por sus flancos. Aún no lo sabíamos pero estábamos a punto de vivir uno de esos momentos mágicos que se producen por maravillosas conjunciones del azar y que aún hoy recordamos como si hubiera sucedido ayer.

Un cúmulo de casualidades se iban a dar cita para crear un momento tan mágico como memorable.


Cuando por fin nos detuvimos, seguros de haber encontrado el lugar recomendado y salimos del coche, el croar de miles de ranas rompían salvajemente el silencio de la noche.
Las esporádicas explosiones de un volcán que hoy parecía estar especialmente enfadado, interrumpían intermitentemente el singular concierto.
Al mismo tiempo, decenas de miles de luciérnagas voladoras iluminaban tenuamente la noche tiñéndola de un color verde que únicamente desaparecía con las esporádicas bolas de fuego que salían de una montaña que amenazaba con saltar hecha añicos en cualquier momento.
Dicen que la realidad supera en muchas ocasiones la ficción y puedo dar fe de que ésta fue sin duda, una de ellas.
Fascinados por un espectáculo que saciaba todos nuestros sentidos, permanecimos ensimismados durante un espacio de tiempo indeterminado hasta que alguien se percató de que estábamos totalmente empapados.
Efectivamente, llevábamos mojándonos un buen rato pero ninguno de los tres había sido consciente hasta ahora de que la fina lluvia que llevaba cayendo hace mucho tiempo había traspasado nuestra ropa.
Nuestra cara reflejaba satisfacción, ni en nuestros mejores sueños habríamos podido imaginar vivir algo semejante.....
De vuelta al pueblo cenamos unos filetes con patatas en un pequeño restaurante, allí llamados soditas, mientras rememorábamos los maravillosos momentos vividos.
Nos fuimos a la cama con el mejor sabor de boca posible e impacientes por visitar al día siguiente el parque del Volcán Arenal.
A las 5,30 ya estábamos en pie y nuestra primera decisión fue la de quedarnos otra noche en ese mismo lugar.
Tras un fugaz desayuno, llegamos al parque antes de las 8 cuando éste aún permanecía cerrado. 
No tardó en llegar el guarda , quien tras echar un rápido vistazo al cráter con sus prismáticos, no dudó en asegurar que el volcán había estado especialmente activo durante la noche ya que había abundantes fragmentos de lava y además bastante cercanos al punto donde nos encontrábamos.
Comenzamos el recorrido por el parque atravesando un cañaveral que daba paso a unas antiguas lenguas de lava antes de adentrarnos en la espesura de la jungla.

 


La espesura de la vegetación hacía imposible descubrir la fauna que se dejaba oir sin disimulo. 
De pronto, una especie de ladrido lejano nos hizo detenernos; aquel sonido era claramente intimidatorio pero parecía muy lejano. 
Sin embargo, según íbamos avanzando parecía que lo que producía semejante alarido se nos acercaba con claras señales amenazantes. 
Nos detuvimos tratando de descubrir al responsable pero entre tanta vegetación no resultaba sencillo. 
Cuando por fin lo descubrimos, no dábamos crédito a nuestros ojos. 
Como nos diría más tarde un tico: "grita como king kong pero se parece mucho más a chita"
Se trataba de un mono aullador, animal marcadamente territorial y que se mostraba dispuesto a alejarnos de sus dominios a toda costa.




Recuperados del susto y tras 4 horas de caminata por el parque oyendo las erupciones del volcán, regresamos al coche para comer unos casados, típico plato costarricense, en una sodita junto a la carretera mientras compartimos animada charla con el propietario.

El parque del Volcán Arenal había colmado todas nuestras expectativas y tras tomar unas cervezas en el hotel, cogimos nuestros trajes de baño dispuestos a conocer otro de los sitios emblemáticos de la zona: las aguas termales de Tabacón.....Este complejo turístico montado alrededor de las aguas termales provenientes del Volcán Arenal, no acostumbra a ser el tipo de sitios que frecuentamos en nuestros viajes pero hay que reconocer que el lugar rezumaba encanto. Más aún si la visita se realiza al atardecer y se disfruta de un baño nocturno a la luz de la luna mientras escuchas las atronadoras erupciones del cercano volcán que parece derretirse entre ríos de lava incandescente que se deslizan por sus laderas.
 

Ignoro si en la actualidad, la lava sigue fluyendo por esa ladera del volcán ya que las explosiones de su cráter provocan que las erupciones se deslicen por distintas zonas del mismo pero lo cierto es que durante nuestra estancia pudimos disfrutar del espectáculo en todo su esplendor.
La posibilidad de estar sumergido en una apartada y solitaria poza de agua caliente, en medio de una selva tropical escuchando las explosiones de un volcán mientras la luna refleja los ríos de lava cayendo lentamente, es una experiencia imposible de olvidar.





Tras pagar los 17$ que costaba entonces la entrada al recinto ubicado a 13 kilómetros de La Fortuna y aprovechando las últimas luces del día, recorrimos sus senderos y nos bañamos en distintas pozas con temperaturas que oscilan entre 23 y 40ºC.
A pesar de que sus instalaciones permiten comer en un lujoso restaurante, dimos por completada nuestra visita y volvimos a cenar al pueblo en alguna de las numerosas soditas con la agradable compañía de la gente local.
La visita al Parque del Volcán Arenal y sus alrededores había superado con creces todas nuestras expectativas.
Mañana madrugaremos para desplazarnos hasta Monteverde…..










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