05 abril 2012

Safari en Masai Mara ( III )


Hoy es nuestra tercera jornada en Masai Mara y la última para nuestro compañero Manuel que deberá regresar a Nairobi para continuar con sus cometidos laborales.
Aún es de noche cuando nos levantamos y tras un fugaz café, nos adentramos una vez más en el Mara.


 
En esta ocasión tomamos una ruta distinta, lejos de las pistas principales donde se concentran el grueso de los vehículos. No tardamos en descubrir con nuestros prismáticos, dos leones que ascienden lentamente las laderas de una montaña. 
Algunos tímidos y huidizos elands también se dejan ver aunque escapan velozmente en cuanto son conscientes de nuestra presencia. 


Simon se interna por pistas desiertas durante un buen rato antes de volver a zonas más bajas y concurridas del parque. Justo en ese momento, parte del grupo tiene ocasión de ver durante unos escasos segundos un animal bastante raro de avistar: un ratel (Mellivora capensis); desgraciadamente, no tarda en desaparecer entre la maleza.
Al poco tiempo Simon nos indica en la lejanía dos pequeños puntos que corren hacia lo alto de una colina y que gracias a los prismáticos podemos comprobar que se tratan de dos rinocerontes negros.

Más adelante, la presencia de varias matatus paradas delatan la presencia de un guepardo sentado a la sombra de unos arbustos.
Durante unas tres horas continúamos con nuestro safari observando un continuo desfile de las especies habituales aunque nos sorprende la ausencia total de leones ya que en esta zona son bastante abundantes y fácilmente localizables.
Una majestuosa águila marcial (Polemaetus bellicosus) que se afana en construir su nido, es la encargada de poner el punto final al safari mañanero.


Se trata del águila más grande de Africa y con una envergadura que puede llegar a los dos metros y medio, es capaz de capturar presas del tamaño de pequeños antílopes. 
Como pudimos ver en días posteriores, su vuelo en las proximidades creaba auténtico pánico entre la población de monos vervet que no cesaban de gritar en señal de alerta.
Son más de las 9 cuando llegamos al campamento y desayunamos en condiciones. 




Ha llegado la hora de despedirnos de nuestro amigo sevillano que ya se había convertido en un integrante más del grupo y que en esta ocasión tendrá que cambiar de compañeros para compartir matatus con un grupo de holandeses que le llevarán hasta Nairobi de vuelta.
Disponemos ahora de unas horas libres antes de comer que aprovecharemos para visitar el cercano poblado masai y que pasaré a detallar más adelante.
Tras la visita al poblado, llegamos al campamento a la hora de comer. Apenas disponemos de unos pocos minutos para relajarnos antes de montar de nuevo en nuestra furgoneta para comenzar otra excitante jornada de safari.  


Unas grullas coronadas y un numeroso grupo de mangostas son las encargadas de darnos la bienvenida al que supondrá un agitado safari.
Apenas llevamos unos minutos en el parque cuando Simon acelera tras el anuncio por la emisora de que hay un leopardo a pocos kilómetros de donde estamos. No tardamos en llegar hasta el árbol donde descansa el elegante felino.



Haciendo honor a una de las características que mejor le define, se halla descansando plácidamente entre las ramas de un árbol que también le permite controlar los alrededores. No podemos sacarle buenas fotografías ya que varias ramas le mantienen semioculto pero aún así permanecemos un buen rato allí, saboreando la ocasión como se merece.
Su atractiva y penetrante mirada se clava en la nuestra durante unos instantes maravillosos.
Mientras permanecíamos allí disfrutando del espectacular avistamiento, una familia de elefantes se acercan a unos pozos cercanos para beber y bañarse en sus aguas; tenemos a un lado el leopardo y al otro el espectacular grupo de elefantes. 
Ajenos a la presencia del bello depredador, chapotean y se cubren de barro para liberarse de los molestos parásitos de su piel. 

 


















Tras un buen rato, continúamos safari hasta llegar a un pequeño riachuelo donde se ha quedado atrapado un vehículo. Varios guías se esfuerzan por sacarlo del barro mediante cables y empujones hasta que alguien se percata de que muy cerca acecha un grupo de leones; algunos se apresuran a montar en sus coches ante la cercanía de los felinos. 
Nos dirigíamos hacia allí cuando Simon gira bruscamente y vuelve a acelerar, clara señal de que hay algo interesante cerca.
 


En efecto, esta vez se trata de 3 rinocerontes que no tardan en salir huyendo cuando se percatan de la presencia de nuestros vehículos. Su comportamiento difiere notablemente de sus cercanos parientes, los rinocerontes blancos, mucho más tranquilos y confíados como pudimos comprobar hace años en nuestra visita a Nakuru. El rinoceronte negro demuestra ser muy desconfíado y de difícil acercamiento. 


Mientras los rinos huyen, observo que una hiena descansa a nuestras espaldas no muy lejos. Aunque no es un animal difícil de ver, tampoco se ven demasiadas en Masai Mara o al menos en esta zona del parque por lo que salimos tras ella con la esperanza de poder verla de cerca pero rápidamente se levanta y corre para ocultarse.
Llevamos dos horas de safari y hemos visto los 5 grandes. No creo que sea algo muy habitual ni siquiera en este magnífico santuario de la fauna africana. 
Volveré a irme de Mara sin haber presenciado el cruce pero al menos, nuestra decisión de habernos quedado en esta zona nos ha permitido disfrutar a tope de estos momentos.





Aún notificarán de la existencia de otro leopardo por la emisora pero a nuestra llegada, se ha ocultado entre la vegetación y no conseguimos verlo.


Sin darnos cuenta, nos percatamos de que el sol vuelve a ponerse sobre el horizonte; llevamos más de tres horas de safari…. 
Qué rápido pasa el tiempo en ocasiones!!
Mientras observamos la última puesta de sol sobre las suaves colinas de Masai Mara, una hiena clava su mirada sobre un grupo de gacelas esperando que su gran aliada, la noche, se adueñe una vez más de la sabana.
Mañana, con las primeras luces del día, volveremos para despedirnos de este grandioso lugar.
Con toda seguridad nuevos restos de cadáveres, en su mayoría ñus, nos recibirán para mostrarnos de forma desgarradora pero natural que para que la vida prospere, es necesaria la muerte.


Próximo capítulo: Visita a un poblado Masai.

 

2 comentarios:

Antonio Ruiz dijo...

Hola Aitor, cómo estás.

Vaya suerte ver ese tejón melero. Nosotros no llegamos a verlo. Tiene que ser difícil verlo, como bien dices. Nosotros fuimos a bucar servales, pero tampoco lo vimos. Es muy compolicado. Lo mismo con los lycaones, imposible. El moquillo y el veneno han arrasado su población.

Bueno, veo que ha estado muy bien tu regreso a MAra. No has podido ver el cruce, pero como ya te comenté, Mara es mágica y siempre nos relaga instantes de felidad infinita.

Abrazos.

aitor dijo...

Hola Antonio!!
Bueno,la verdad es que yo no estuve entre los afortunados que lo vieron pero no importa...

Nosotros también le dijimos al guía tanzano que queríamos ver serval y licaón y se reía mucho. Nos dijo que serval casi imposible y licaón muy difícil aunque en Tarangire queda alguno.

Un abrazo.